viernes, 10 de abril de 2020

“Siempre es Viernes Santo”

Dicen que la cruz en el Cerro de la Paz de Chimbote se está desmoronando. No conviene. La cruz es vital en el horizonte de los cristianos y de toda la humanidad.  Nos vincula con nuestra historia, con la realidad que nos hace sufrir y gozar, con el caminar diario.

En el centro de la Semana Santa está la cruz del Señor. “Siempre es Viernes Santo” es una invitación a “renacer desde lo alto” todos los días, especialmente cuando tambalean los fundamentos de todo como durante los días de emergencia nacional en las semanas pasadas.

Mural de Cerezo Barredo.

1. “Carguen con su cruz y síganme” (Mc 8,34)

v Hay que contemplar la muerte de Jesús en la cruz en relación con el conjunto de su vida en medio de nosotros. Desde su niñez Jesús encontró por los caminos de Galilea el espectáculo deshumanizante de los crucificados por el poder imperante. Esa práctica y su sufrimiento entran en la oración de Jesús y son parte de la revisión de vida en comunión con el Padre. Los largos años en Nazareth, la convivencia con los más humildes del país, el conocimiento existencial de sus penas y alegrías, el compartir la fe de los pobres, sus intervenciones para ayudar a los más golpeados, la defensa de la verdad y la denuncia de la hipocresía, la exaltación del perdón y la misericordia integran y levantan la misma cruz de Jesús, señal de su fidelidad a Dios y a su misión.

Hay dos oraciones de Jesús en la cruz que cargan con el extremo de dolor humano y al mismo tiempo con la fe inquebrantable de Jesús en el Padre: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27,46) y “Padre, en  tus manos entrego mi espíritu” (Lc 23,46). 

v Hay tiempos y lugares que nos empujan a exclamar: “Siempre es Viernes Santo”. Son interminables los atentados en ciudades de Siria y Afganistán que destrozan vidas y bienes. El Mediterráneo sigue siendo fosa común para centenares de emigrantes africanos.  El drama de los refugiados en Europa es una llaga abierta y sangrienta.

En el Perú, durante las últimas semanas, la fragilidad de muchas vidas se hizo dramáticamente patente.  Podíamos ver la furia de elementos naturales que matan, golpean y arrinconan, pero también percibir la cruz diaria de los más pobres del país. Ojalá no nos olvidemos de las consignas enternecedoras que en este duro e inolvidable verano de 2017 postulan unión, igualdad de oportunidades para todos y solidaridad.

v Es bueno fijarnos también en esta cruz muy personal que carga cada uno de nosotros. Nuestra originalidad genética puede hacerse una cruz pesada para nosotros y los demás. Sabemos de las cruces que nos fueron impuestas: a veces desde el inicio de la vida incomprensión, represión y falta de cariño. Muchos y muchas tienen que lamentar el fracaso de las alianzas más esperanzadoras. La soledad que carcome muchas vidas es una cruz pesada. Las muchas sombras en el tejido de nuestras vidas tienen que estar presentes en la mirada sobre la cruz el Viernes Santo.

Viacrucis (12) por Cerezo Barredo.

2. “Hay que nacer de nuevo” (Jn 3,7)

v La cruz del Viernes Santo no es solo ni en primer lugar señal de dolor y destrozo de vida. El Viernes Santo ya está habitado por el Domingo de la Resurrección. “Cuando hayan levantado en alto al Hijo del Hombre, entonces sabrán que YO SOY” (Jn 8,28): Jesús anuncia que por la entrega de su vida en la cruz el comparte plenamente el Señorío de Dios mismo; en la cruz Jesús existe plenamente y hace existir; en la cruz Jesús vive y hace vivir. Ha llegado la hora: Jesús derrama de su corazón abierto de la cruz las aguas vivas del Espíritu Santo sobre la humanidad (cf Jn 4,10-24; 7,37-39). Jesús en la cruz, por su muerte y resurrección, es acontecimiento vivo y permanente de salvación.  ¡Déjate atraer por el levantado en alto! (cf Jn 12,32).

v Son invitados a beber de esa fuente todos los crucificados con Cristo de todos los lugares y tiempos: Los despojados de sus derechos divinos por la insensibilidad de sus semejantes, por la violencia, por los fanatismos y la guerra. Son convocados a levantar sus ojos en la cruz los sorprendidos, agredidos y desplazados por catástrofes naturales, los involucrados en tantos accidentes trágicos, los mal pagados por su trabajo y los que carecen de trabajo. Son convocados los que obedecen al amor de Dios derramado desde la cruz en sus corazones y atienden a Jesús en sus hermanos más pequeños. Son invitados de honor estos comerciantes de Chimbote que en tiempos de emergencia no han lucrado con la necesidad de los damnificados. También son invitados a renacer debajo de la cruz los que se arrepienten de sus pecados y quieren cambiar de vida.

v ¡Celebremos pues el Viernes Santo! 
¡Juntémonos en comunidades de fe!
¡Reconozcamos al Resucitado en la celebración de sus sacramentos!
¡Acojamos con gratitud hoy el don de la salvación!
Nuestras tristezas y nuestros fracasos también pueden ser una oportunidad para encontrarnos con el Resucitado. Él nos da cita en Galilea, tierra con sombras de muerte; a pesar de nuestras dudas se acerca y nos envía al mundo entero para ser testigos de la Buena Nueva (cf Mt 28,16-20). La Semana Santa nos quiere fortalecer como comunidades evangelizadas e Iglesia en salida.


Evangelina, portadora de buenas nuevas, tenía que ser el nombre de la mujer que con coraje extraordinario se levanta en medio del lodo y de los escombros y nos convoca a renacer un Viernes Santo.


Reflexión del P. Matías Siebenaller (2017)

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