lunes, 7 de diciembre de 2015

Reflexión del Segundo Domingo de Adviento

DOMINGO II DE ADVIENTO C. DOMINGO 06.12.2015. LC. 3,1-6
VERÁN LA SALVACIÓN DE DIOS
Fray Héctor Herrera OP.
(Fotografía de Ibón Machada - Diario Correo)

El Adviento es tiempo de conversión, preparar los caminos y enderezar las sendas para recibir la llegada del Señor. El evangelio de Lc. 3,1-6 centra su atención en este llamado de Juan, quien igual que los profetas nos invita a un cambio de vida.

Juan Bautista hace suyo el mensaje de los profetas, como Isaías que anuncia una era de paz, preparar los caminos del Señor (cf. Is. 40,3-5). Porque el Dios en quien creemos no abandona a su pueblo ¿Puede una madre olvidarse de su criatura, dejar de querer al hijo de sus entrañas? Aunque ella se olvide, yo no te olvidaré” (Is 49,15). 

Juan es obediente y dispuesto a cumplir la Palabra de Dios, nos hace un llamado a un cambio radical en nuestra vida personal y social. Dios nos ofrece la salvación a todos: “todo mortal verá la salvación de Dios” (v. 6). La respuesta de todo ser humano es escuchar la voz de Dios. No hay paz sin justicia, ni justicia sin reconciliación con Dios y con el hermano. La salvación está cerca. Aquel que nos invita a revestirnos del “manto de justicia”(Bar 5,2) nos urge por medio del profeta Juan a convertirnos porque el Mesías está próximo, para ser partícipes de su salvación es urgente cambiar en nuestro interior, valorarnos como personas con dignidad y trabajar para que la justicia de Dios nos motive a crear condiciones de seguridad y respeto por la vida humana, que los mantos de luto por tanta muerte y dolor queden atrás, para dar paso a un cambio de corazón más sensible al amor, a la fraternidad, a la búsqueda del bien común. Dios se acerca al humano para hacerlo divino. Por eso “Dios te dará un nombre para siempre Paz en la Justicia, Gloria en la Piedad” (Bar 5,4)

Todos estamos llamados a una profunda conversión que significa dejarse tocar por la Palabra de Dios, que es fuerza viva y eficaz, que nos llama a proclamarla y a realizar la misión de anunciarla a otros, en el corazón de nuestra familia. Es allí donde valoramos, oramos y bendecimos a Dios para que haya más unión familiar, más respeto por la dignidad de la mujer y del varón, fidelidad y confianza para que realicemos plenamente la salvación de Dios, cuando escuchamos su Palabra como alimento que nos congrega en la mesa del compartir la vida de Aquél que se hace uno con nosotros.

El mundo que nos rodea necesita mujeres y varones valientes como Juan que se enfrentan a los poderes de la muerte, corrupción, poder, dinero, vanagloria, insensibilidad e indiferencia para prepararnos para recibir a Jesús que viene y que llega para cambiarnos como personas nuevas. El bautismo de Juan es un bautismo de conversión, de cambio de vida, pero detrás viene el Mesías, que nos bautizará en el agua, el fuego y el Espíritu Santo. Todos estamos llamados a la conversión para ver la gloria y la salvación de Dios en este mundo. El mundo nuevo dependerá de cada uno de nosotros, para reconocer en cada acción la bondad de un Dios cercano y solidario con toda la humanidad. (Fr. Héctor Herrera, o.p.)

También puedes escuchar la reflexión aquí:

No hay comentarios.:

Publicar un comentario