jueves, 16 de abril de 2020

PRONUNCIAMIENTO ANTE LA EMERGENCIA SANITARIA POR EL COVID-19

Espero que este momento de peligro nos saque del piloto automático,
sacuda nuestras conciencias dormidas y permita una conversión humanista y ecológica
que termine con la idolatría del dinero y ponga la dignidad y la vida en el centro.
(Mensaje del papa Francisco a los movimientos populares, abril de 2020)

La Comisión de Justicia Social, institución promotora y defensora de los derechos humanos en la diócesis de Chimbote (Perú), atenta a la situación que estamos viviendo a causa de la propagación del coronavirus (COVID-19) nos manifestamos a la opinión pública y expresamos lo siguiente:

  1. Apoyamos las medidas que desde el Gobierno Central  vienen gestionando e implementando en favor de mitigar la propagación del COVID-19 en nuestro país.
  2. Nos preocupa la situación estructural de precariedad que se vive en diferentes ministerios del Estado y, en particular, en el sector salud que demuestra la débil respuesta de los últimos gobiernos para hacer efectivo el derecho a la salud. Esta realidad agrava la situación de los más desprotegidos (mujeres y niñas, comerciantes ambulantes, adultos mayores, poblaciones sin acceso a servicios básicos, entre otros.). Los derechos de los trabajadores deben ser garantizados por el Estado y la empresa. El pueblo no debe ser víctima ni pagar las consecuencias de la pandemia.
  3. Demandamos actitudes de liderazgo por parte de la autoridad regional y local que ante el tiempo transcurrido y el avance del COVID 19 todavía no responden satisfactoriamente los requerimientos de los pobladores afectados y la sociedad en general.
  4. Solicitamos que especialistas locales en la materia (salud, economía, producción, etc.) se pronuncien para asesorar la labor en esta realidad que vivimos.
  5. Nos anima el actuar de la Conferencia Episcopal Peruana y otras comunidades de fe que, convocando a otros entes del Estado y la empresa responden a las necesidades primarias de nuestro prójimo necesitado. 
  6. Hacemos un llamado a la sociedad en general para cumplir con su deber ciudadano de seguir respetando las disposiciones emitidas por el Gobierno Central, y al mismo tiempo que denuncien todo acto de abuso y la vulneración a los derechos fundamentales (respeto de la vida e integridad física de la persona).

Finalmente, expresamos nuestra disponibilidad para que unidos enfrentemos al COVID-19, en democracia y respeto de los derechos humanos.


Chimbote, 16 abril de 2020

lunes, 13 de abril de 2020

El papa Francisco a los movimientos populares: salario universal para los excluidos.



A los hermanos y hermanas de los movimientos y organizaciones populares.

Queridos amigos

Con frecuencia recuerdo nuestros encuentros: dos en el Vaticano y uno en Santa Cruz de la Sierra y les confieso que esta "memoria'' me hace bien, me acerca a ·ustedes, me hace repensar en tantos diálogos durante esos encuentros y en tantas ilusiones que nacieron y crecieron allí y muchos de ellas se hicieron realidad. Ahora, en medio de esta pandemia, los vuelvo a recordar de modo especial y quiero estarles cerca.

En estos días de tanta angustia y dificultad, muchos se han referido a la pandemia que sufrimos con metáforas bélicas. Si la lucha contra el COVID es una guerra, ustedes son un verdadero ejército invisible que pelea en las más peligrosas trincheras. Un ejército sin más arma que la solidaridad, la esperanza y el sentido de la comunidad que reverdece en estos días en los que nadie se salva solo. Ustedes son para mí, como les dije en nuestros encuentros, verdaderos poetas sociales, que desde las periferias olvidadas crean soluciones dignas para los problemas más acuciantes de los excluidos.

Sé que muchas veces no se los reconoce como es debido porque para este sistema son verdaderamente invisibles. A las periferias no llegan las soluciones del mercado y escasea la presencia protectora del Estado. Tampoco ustedes tienen los recursos para realizar su función. Se los mira con desconfianza por superar la mera filantropía a través la organización comunitaria o reclamar por sus derechos en vez de quedarse resignados esperando a ver si cae alguna migaja de los que detentan el poder económico. Muchas veces mastican bronca e impotencia al ver las desigualdades que persisten incluso en momentos donde se acaban todas las excusas para sostener privilegios. Sin embargo, no se encierran en la queja: se arremangan y siguen trabajando por sus familias, por sus barrios, por el bien común. Esta actitud de Ustedes me ayuda, cuestiona y enseña mucho.

Pienso en las personas, sobre todo mujeres, que multiplican el pan en los comedores comunitarios cocinando con dos cebollas y un paquete de arroz un delicioso guiso para cientos de niños, pienso en los enfermos, pienso en los ancianos. Nunca aparecen en los grandes medios. Tampoco los campesinos y agricultores familiares que siguen labrando para producir alimentos sanos sin destruir la naturaleza, sin acapararlos ni especular con la necesidad del pueblo. Quiero que sepan que nuestro Padre Celestial los mira, los valora, los reconoce y fortalece en su opción.

Qué difícil es quedarse en casa para aquel que vive en una pequeña vivienda precaria o que directamente carece de un techo. Qué difícil es para los migrantes, las personas privadas de libertad o para aquellos que realizan un proceso de sanación por adicciones. Ustedes están ahí, poniendo el cuerpo junto a ellos, para hacer las cosas menos difíciles, menos dolorosas. Los felicito y agradezco de corazón. Espero que los gobiernos comprendan que los paradigmas tecnocráticos (sean estadocéntricos, sean mercadocéntricos) no son suficientes para abordar esta crisis ni los otros grandes problemas de la humanidad. Ahora más que nunca, son las personas, las comunidades, los pueblos quienes deben estar en el centro, unidos para curar, cuidar, compartir.

Sé que ustedes han sido excluidos de los beneficios de la globalización. No gozan de esos placeres superficiales que anestesian tantas conciencias. A pesar de ello, siempre tienen que sufrir sus perjuicios. Los males que aquejan a todos, a ustedes los golpean doblemente. Muchos de ustedes viven el día a día sin ningún tipo de garantías legales que los proteja. Los vendedores ambulantes, los recicladores, los feriantes, los pequeños agricultores, los constructores, los costureros, los que realizan distintas tareas de cuidado. Ustedes, trabajadores informales, independientes o de la economía popular, no tienen un salario estable para resistir este momento ... y las cuarentenas se les hacen insoportables. Tal vez sea tiempo de pensar en un salario universal que reconozca y dignifique las nobles e insustituibles tareas que realizan; capaz de garantizar y hacer realidad esa consigna tan humana y tan cristiana: ningún trabajador sin derechos.

También quisiera invitarlos a pensar en "el después" porque esta tormenta va a terminar y sus graves consecuencias ya se sienten. Ustedes no son unos improvisados, tiene la cultura, la metodología pero principalmente la sabiduría que se amasa con la levadura de sentir el dolor del otro como propio. Quiero que pensemos en el proyecto de desarrollo humano integral que anhelamos, centrado en el protagonismo de los Pueblos en toda su diversidad y el acceso universal a esas tres T que ustedes defienden: tierra, techo y trabajo. Espero que este momento de peligro nos saque del piloto automático, sacuda nuestras conciencias dormidas y permita una conversión humanista y ecológica que termine con la idolatría del dinero y ponga la dignidad y la vida en el centro. Nuestra civilización, tan competitiva e individualista, con sus ritmos frenéticos de producción y consumo, sus lujos excesivos y ganancias desmedidas para pocos, necesita bajar un cambio, repensarse, regenerarse. Ustedes son constructores indispensables de ese cambio impostergable; es más, ustedes poseen una voz autorizada para testimoniar que esto es posible. Ustedes saben de crisis y privaciones... que con pudor, dignidad, compromiso, esfuerzo y solidaridad logran transformar en promesa de vida para sus familias y comunidades.

Sigan con su lucha y cuídense como hermanos. Rezo por ustedes, rezo con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los bendiga, los colme de su amor y los defienda en el camino dándoles esa fuerza que nos mantiene en pie y no defrauda: la esperanza. Por favor, recen por mí que también lo necesito.

Fraternalmente,
                                                                                

Ciudad del Vaticano, 12 de abril de 2020, Domingo de Pascua.

Encontrarse con Cristo Resucitado

El Papa Francisco no deja de señalar la Cruz de Cristo como fuente de la misericordia, “del amor de Dios derramado en nuestros corazones” (Rm 5,5). Busquemos en este “tiempo pascual” el encuentro con Jesús Resucitado, “rostro de la misericordia del Padre”.  

15° estación del "Vía Crucis Latinoamericano" de Adolfo Pérez Esquivel.

• ¡No reprimas tu llanto y tu tristeza!

Frente al sepulcro María de Magdala está llorando (cf. Jn 20,11-18). El que ha dado salud y sentido a su vida parece definitivamente ausente. María, sin embargo, no se deja paralizar; ella mira y observa, se acerca y retrocede, busca y pregunta. En este trance escucha dicho su nombre como solo Jesús lo puede decir. La alegría del reencuentro es inmensa y Jesús le confía la misión de anunciar que Él vive y hace vivir.

Este mismo día, “el primero de la semana”, dos discípulos dejan Jerusalén y caminan a Emaús (cf. Lc 24,13-35). Están hundidos y enfrascados en la tristeza, porque Jesús, su esperanza, parece haber fracasado en la cruz.  Jesús mismo se hace compañero de ruta, introduce en el entendimiento de las Escrituras, se hace reconocer con gozo en la Eucaristía y transforma la dimisión en misión.  

Nuestras tristezas y desilusiones también pueden ser oportunidades para un encuentro con el Resucitado que “llama a cada uno de sus ovejas por su nombre” (Jn 10,3), hace “arder el corazón” al revelar la misericordia del Padre y nos confía una misión que siempre será eclesial pero se debe teñir también con la experiencia de un encuentro único y personal con el Resucitado.


• Recuperar aliento.

Al atardecer de ese primer día de la semana, los discípulos están reunidos y las puertas de la casa trancadas. Tienen miedo de los judíos, miedo de correr la misma suerte que el maestro Jesús (cf.Jn 20,19-23).

No hagámonos los valientes. Nosotros también tenemos miedo de seguir coherentemente. Tenemos miedo de decir y hacer la verdad. Tenemos miedo de nadar contra la corriente. Tenemos miedo de iniciar y de defender un estilo de vida más humano y más solidario. Tenemos miedo de denunciar la violencia y hacer valer la misericordia.  


Jesús aparece en medio de los miedosos con un mensaje de paz. Su paso por la pasión y la muerte no ha podido alterar su compasión por la humanidad. Les señala sus heridas para convencerles que siempre nos amará con el amor del que entrega su vida por sus amigos.

La Biblia menciona el aliento de Dios al inicio de la vida. Ahora Jesús sopla sobre estos miedosos para que se levanten y asuman su misma misión. Para que en el aliento del Resucitado renazcan y enfrenten con el perdón y la misericordia lo que socava el reino de Dios.



• Sanar heridas.

Ocho días después, también era domingo, Tomás coloca sus dedos en las llagas del Señor y nos lega la hermosa confesión de fe: “Señor mío y Dios mío” (cf. Jn 20,24-29).  

En los relatos bíblicos de los encuentros con el Resucitado las llagas en el costado, las manos y los pies de Jesús anuncian que el amor que nos salva es martirial, brota de un corazón vulnerable. El amor de Dios hacia nosotros precisamente es compasivo, lo hace sufrir con nosotros. Las heridas en el cuerpo del Resucitado nos recuerdan “que no hay amor más grande que este: dar la vida por sus amigos” (Jn 15,13), pero nos envían también a colocar nuestros dedos en las heridas visibles e invisibles de los que sufren y con quienes se identifica Jesús. Las llagas de Jesús nos anuncian que por misericordia hemos sido salvados para que, como el “buen samaritano” veamos al herido, sintamos compasión y nos hagamos su prójimo.

• ¡Vayan al mundo entero!

El Resucitado cita a sus discípulos en Galilea (cf. Mt 28,16-20), su tierra donde abundan pobres y marginados. El lugar del encuentro es el monte de la permanente tentación de cerrarnos a la misericordia del Padre y de negar misericordia al prójimo. Es el monte donde Jesús proclama: “Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia”. Es el monte donde el amor del Padre llena de luz y resplandor el rostro del Hijo, el amado y predilecto. Es el monte de la entrega del Espíritu de Jesús que derrama la misericordia de Dios en nuestros corazones y nos envía como Iglesia y discípulos de Jesús a reconocer que Dios nos amó primero, a involucrarnos en la solución de los problemas que diariamente aquejan a muchos, a acompañar al que está solo y deprimido, a ser como grano de trigo que muriendo origina vida nueva, a festejar en comunidad la experiencia de la misericordia de nuestro Dios (cf. E.G.24).


¡Anhelemos el encuentro con Cristo Resucitado, fuente y rostro de la  misericordia del Padre, presente en quienes esperan misericordia!


Reflexión del P. Matías Siebenaller (2016)

domingo, 12 de abril de 2020

MARÍA DE MAGDALA: DISCÍPULA Y MISIONERA

Es un gozo personal, rehacer con ustedes, en este tiempo pascual, la meditación del encuentro de María Magdalena con el Resucitado: Jn 20, 11-18. El relato recibe su inspiración y hasta ciertas formulaciones del poema bíblico sobre el amor: El Cantar de los Cantares.

Viacrucis (15) por Cerezo Barredo.

1. Estaba María junto al sepulcro fuera llorando.

Jesús había ayudado a María a salir de una situación de oscuridad, de enredo y desesperación. Jesús se había fijado en ella y, lejos de despreciarla, le había dado aliento y fuerza para regresar a su ser. Ella no era nadie y Jesús la llamó a ser integrante del grupo de hombres y mujeres que seguían a Jesús (cf. Lc 8, 1-3). En la comunidad de Jesús María había encontrado el tesoro, la perla fina del reino.

Ahora, cerca del sepulcro de Jesús, está llorando. María busca a Jesús entre los muertos. Ya no recuerda que Jesús había anunciado su resurrección y que la tristeza por su ausencia se va a convertir en alegría. Evidentemente el llanto de María tiene una connotación muy personal, pero en sus lágrimas podemos encontrar la desesperación de mucha gente en el mundo que se ve confrontada con la pérdida de sentido y recursos para vivir. Tu llanto, mi llanto están en el llanto de María. Miremos de cerca los relatos de la resurrección de Jesús: el desconcierto por la ausencia del Señor es parte de la fe en su presencia.

Admirable ver como la tristeza de María no tiene nada de parálisis. Inquieta se mueve, mira en todas las direcciones, ve señales, escucha voces, hace preguntas. Todavía no reconoce al Señor, pero intuye y siente que él la envuelve. “No lo buscaría, sino lo hubiera encontrado ya.”


2. Jesús le dice: “María” y ella le dice: “Rabbuní”

Nadie puede decir el nombre de María, como lo dice Jesús. Solo él es el Buen Pastor que conoce a cada una de sus ovejas, que ama a cada una en su originalidad y es capaz de dejar a cien ovejas en el desierto para buscar la perdida. Cuando la encuentra, se alegra; la carga sobre sus hombros, la lleva a casa y convoca para una fiesta.

Para María, reconocer a Jesús también significa, reconocer su propia vocación, la de ser discípula de este maestro.  María no quiere, sino revelar, como Jesús, el “rostro humano de Dios y el rostro divino de cada ser humano”. María quiere ser miembro de la Iglesia de Jesús en este mundo, anunciar su Palabra, celebrar su presencia y hacer sus mismas obras.  

Mural de Cerezo Barredo en Brasil.

3. Le dice Jesús: “Suéltame…y anda a decir a mis hermanos…”

La fe de María siempre tendrá que madurar y purificarse. El Resucitado no es Jesús Nazareno ubicable en el tiempo y en el espacio. Creer en su presencia, conlleva sufrir por su ausencia. Siempre será difícil creer y no haber visto, creer en la presencia de Cristo y no poder tocarlo con las manos, creer en su cercanía amorosa y no poder retenerlo con su abrazo. María y los discípulos de todos los tiempos tienen que aprender lo que pide una lindísima oración de Benjamín Glz Buelta: “Señor, necesito tu presencia, un tú inagotable y encarnado que llena toda mi existencia, y tu ausencia, que purifica mis encuentros de toda fibra posesiva. Necesito el día claro en el que brillan los colores y se definen los linderos del camino, y la noche oscura en la que se afinan mis sentimientos y sentidos”.

Jesús envía a María de Magdala a dar testimonio de su resurrección. Ella inicia la larga cadena de quienes, en tiempos y lugares diversos, con su vida y su palabra, anuncian “lo que sus ojos han visto, los que sus oídos han escuchado y lo que sus manos han palpado” (cf. 1Jn 1, 1-4): el encuentro con Cristo Resucitado. 

No nos cansemos de recordar con Aparecida: “Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo; seguirlo es una gracia, y trasmitir este tesoro a los demás es un encargo que el Señor, al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado. Con los ojos iluminados por la luz de Jesucristo Resucitado, podemos y queremos contemplar al mundo, a la historia, a nuestros pueblos de América Latina y del El Caribe, y a cada una de sus personas” (DA 18).


Reflexión del P. Matías Siebenaller (2012)

sábado, 11 de abril de 2020

“Vayan a Galilea…”

Para meditar esta consigna insistente del Resucitado a sus discípulos, tengamos en mente y corazón el epílogo del Evangelio de Mateo (Mt 28,16-20). Más que clausurar decorosamente un libro, estos versículos recogen y enfatizan aspectos fundamentales del mismo. Encontramos aquí pautas importantes para ser “Iglesia en salida, comunidad evangelizada”.

Mural de Maximino Cerezo Barredo.

1. “Los once discípulos marcharon a Galilea.

v Tenían que salir del ambiente donde se encontraban con las puertas cerradas y con miedo. Había que vincular la noticia de  la resurrección de Jesús con las convivencias que compartían con él en Galilea. Era en Galilea donde “veían a Jesús con sus ojos, donde lo oyeron con sus oídos y donde sus manos podían palpar su cuerpo” (cf 1 Jn 1,1-4). Había que regresar a esta experiencia fundante de su comunión con Jesús. Había que recuperar esta patria chica de los “primeros amores” a Jesús. Había que recordar a la luz de la resurrección lo vivido por Jesús en Galilea, sus palabras y sus obras en Galilea. “Vayan a Galilea, ahí me verán” (Mt 28,10).

v Galilea, vista desde Jerusalén, es poca cosa: tierra marginal, sospechosa de rebeliones, heterogénea, marcada por influencias paganas, un pueblo en tinieblas, sin conocimiento de la ley. “De Galilea no puede salir nada bueno, ningún profeta”, así se decía. Ahora bien, Jesús resucitado invita a los discípulos a fijarse en las heridas en sus manos, pies y costado. Jesús resucitado mantiene la opción preferencial por los pobres practicada durante su inserción en Galilea.

Al enviar a sus discípulos a Galilea, el resucitado les envía a los lugares y a las realidades donde padecen y esperan los pobres de este mundo. Los muchos damnificados por el Niño Costero en Ancash y otros lugares del Perú están en Galilea. Están en Galilea los muchos amenazados en el mundo por la guerra y la violencia, los muchos buscando espacio y condiciones para vivir con algo de dignidad. Ustedes conocen perfectamente los lugares y las situaciones de Galilea en Chimbote, en su vecindad y quizás en su propia casa. También está Galilea dentro de cada uno de nosotros. “Vayan a Galilea…”


2. al monte donde Jesús los había citado.

No se trata de una indicación geográfica. En el Evangelio de Mateo “el monte” tiene singular significación y es manifestación de la autoridad de Jesús. 

v Aparece al inicio del evangelio el monte de las tentaciones (Mt 4,1-11). Jesús tentado comparte plenamente la condición humana, pero obedece al Espíritu que lo conduce al desierto.

v Ciertamente los discípulos de todos los tiempos siempre tienen que regresar al monte de las bienaventuranzas para interiorizar el estilo de vida de Jesús y de sus seguidores (Mt 5,1-12).

v Nunca deben olvidar los discípulos la experiencia en aquel monte, donde Jesús, conmovido por la compasión, atiende a mucha gente enferma y les da de comer (Mt 15,29-39).

v Era también en el monte que algunos discípulos podían ser testigos de la transfiguración de Jesús por el amor de Padre que lo presenta como hijo predilecto a quien hay que escuchar (Mt 17,1-8).

v Desde el monte Jesús pronuncia su discurso escatológico para invitarnos, en lo ordinario y desconcertante de la vida, a la fidelidad y la vigilancia (Mt 24,3-44).

v También ahora en Galilea y en todas partes está el monte de la resurrección de Jesús donde son citados sus discípulos para ser enviados al mundo entero (Mt 28,16-20).

Mural en colegio de España por Cerezo Barredo.

3. Al verlo lo adoraron; algunos sin embargo dudaron.

v Adorando a Jesús resucitado los discípulos reconocen su identidad con Dios Padre. Ahora se realiza plenamente su nombre anunciado al inicio del evangelio de Mateo: Emmanuel, Dios con nosotros.

v No importa tanto esa duda. La comunidad de Jesús siempre incluirá miembros débiles, miedosos, interesados e incoherentes. Recordemos aquí una reflexión sabrosa del Papa Francisco en una entrevista el 13 de  marzo de este año: “La crisis es para crecer en la fe. No se puede crecer sin crisis. La crisis es parte de la vida y una fe que no entra en crisis para crecer, generalmente permanece infantil”.


4. Jesús se acercó y les habló así: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra”

v El Resucitado no se aleja de nosotros y de nuestro mundo. Se acerca. Ahora su encarnación se hace plena. Jesús nace plenamente en la cruz. Su espíritu se entrega y se ofrece a todos. “No nos deja huérfanos… vuelve donde nosotros… nuestra tristeza se volverá alegría… podemos hacer sus obras y aún mayores…” (cf Jn 14 y 16).

v Jesús, reivindica autoridad suprema. En sus palabras resuena Daniel 7, 14 donde Dios entrega al Hijo del hombre el reino eterno. Resuena también el himno pascual: “Por eso Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es el Señor para gloria de Dios Padre” (Fil 2,9-11).


5. Vayan al mundo entero,

v hagan discípulos a todos los pueblos,
Dejemos al Papa Francisco recordarnos el duro trabajo de la evangelización: “La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan” (EG 24). Toda la “Evangelii Gaudium” es recetario para hacer discípulos.

v bautícenles en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo
¡Qué desastre pastoral cuando el bautismo es reducido a un rito y su recuerdo es una foto!
El bautismo es inserción en la dinámica y la comunión de la Santísima Trinidad y se verifica en comunión y participación eclesial al servicio de la fraternidad en el mundo.

v y enséñenles a guardar todo lo que yo les he mandado.
Sí, enseñar a guardar, a cumplir, a practicar.
“Una pastoral en clave misionera no se obsesiona por la transmisión desarticulada de una multitud de doctrinas que se intenta imponer a fuerza de insistencia. Cuando se asume un objetivo pastoral y un estilo misionero, que realmente llegue a todo sin excepciones ni exclusiones, el anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario. La propuesta se simplifica, sin perder por ello profundidad y verdad, y así se vuelve más contundente y radiante” (EG 35).


Y sepan, que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.  
¡Manos al pecho! ¿Es esta promesa entrañable del Señor el fundamento de nuestra fe, la razón de nuestra esperanza y el fuego de nuestra caridad?


Reflexión del P. Matías Siebenaller (2017)

viernes, 10 de abril de 2020

“Siempre es Viernes Santo”

Dicen que la cruz en el Cerro de la Paz de Chimbote se está desmoronando. No conviene. La cruz es vital en el horizonte de los cristianos y de toda la humanidad.  Nos vincula con nuestra historia, con la realidad que nos hace sufrir y gozar, con el caminar diario.

En el centro de la Semana Santa está la cruz del Señor. “Siempre es Viernes Santo” es una invitación a “renacer desde lo alto” todos los días, especialmente cuando tambalean los fundamentos de todo como durante los días de emergencia nacional en las semanas pasadas.

Mural de Cerezo Barredo.

1. “Carguen con su cruz y síganme” (Mc 8,34)

v Hay que contemplar la muerte de Jesús en la cruz en relación con el conjunto de su vida en medio de nosotros. Desde su niñez Jesús encontró por los caminos de Galilea el espectáculo deshumanizante de los crucificados por el poder imperante. Esa práctica y su sufrimiento entran en la oración de Jesús y son parte de la revisión de vida en comunión con el Padre. Los largos años en Nazareth, la convivencia con los más humildes del país, el conocimiento existencial de sus penas y alegrías, el compartir la fe de los pobres, sus intervenciones para ayudar a los más golpeados, la defensa de la verdad y la denuncia de la hipocresía, la exaltación del perdón y la misericordia integran y levantan la misma cruz de Jesús, señal de su fidelidad a Dios y a su misión.

Hay dos oraciones de Jesús en la cruz que cargan con el extremo de dolor humano y al mismo tiempo con la fe inquebrantable de Jesús en el Padre: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27,46) y “Padre, en  tus manos entrego mi espíritu” (Lc 23,46). 

v Hay tiempos y lugares que nos empujan a exclamar: “Siempre es Viernes Santo”. Son interminables los atentados en ciudades de Siria y Afganistán que destrozan vidas y bienes. El Mediterráneo sigue siendo fosa común para centenares de emigrantes africanos.  El drama de los refugiados en Europa es una llaga abierta y sangrienta.

En el Perú, durante las últimas semanas, la fragilidad de muchas vidas se hizo dramáticamente patente.  Podíamos ver la furia de elementos naturales que matan, golpean y arrinconan, pero también percibir la cruz diaria de los más pobres del país. Ojalá no nos olvidemos de las consignas enternecedoras que en este duro e inolvidable verano de 2017 postulan unión, igualdad de oportunidades para todos y solidaridad.

v Es bueno fijarnos también en esta cruz muy personal que carga cada uno de nosotros. Nuestra originalidad genética puede hacerse una cruz pesada para nosotros y los demás. Sabemos de las cruces que nos fueron impuestas: a veces desde el inicio de la vida incomprensión, represión y falta de cariño. Muchos y muchas tienen que lamentar el fracaso de las alianzas más esperanzadoras. La soledad que carcome muchas vidas es una cruz pesada. Las muchas sombras en el tejido de nuestras vidas tienen que estar presentes en la mirada sobre la cruz el Viernes Santo.

Viacrucis (12) por Cerezo Barredo.

2. “Hay que nacer de nuevo” (Jn 3,7)

v La cruz del Viernes Santo no es solo ni en primer lugar señal de dolor y destrozo de vida. El Viernes Santo ya está habitado por el Domingo de la Resurrección. “Cuando hayan levantado en alto al Hijo del Hombre, entonces sabrán que YO SOY” (Jn 8,28): Jesús anuncia que por la entrega de su vida en la cruz el comparte plenamente el Señorío de Dios mismo; en la cruz Jesús existe plenamente y hace existir; en la cruz Jesús vive y hace vivir. Ha llegado la hora: Jesús derrama de su corazón abierto de la cruz las aguas vivas del Espíritu Santo sobre la humanidad (cf Jn 4,10-24; 7,37-39). Jesús en la cruz, por su muerte y resurrección, es acontecimiento vivo y permanente de salvación.  ¡Déjate atraer por el levantado en alto! (cf Jn 12,32).

v Son invitados a beber de esa fuente todos los crucificados con Cristo de todos los lugares y tiempos: Los despojados de sus derechos divinos por la insensibilidad de sus semejantes, por la violencia, por los fanatismos y la guerra. Son convocados a levantar sus ojos en la cruz los sorprendidos, agredidos y desplazados por catástrofes naturales, los involucrados en tantos accidentes trágicos, los mal pagados por su trabajo y los que carecen de trabajo. Son convocados los que obedecen al amor de Dios derramado desde la cruz en sus corazones y atienden a Jesús en sus hermanos más pequeños. Son invitados de honor estos comerciantes de Chimbote que en tiempos de emergencia no han lucrado con la necesidad de los damnificados. También son invitados a renacer debajo de la cruz los que se arrepienten de sus pecados y quieren cambiar de vida.

v ¡Celebremos pues el Viernes Santo! 
¡Juntémonos en comunidades de fe!
¡Reconozcamos al Resucitado en la celebración de sus sacramentos!
¡Acojamos con gratitud hoy el don de la salvación!
Nuestras tristezas y nuestros fracasos también pueden ser una oportunidad para encontrarnos con el Resucitado. Él nos da cita en Galilea, tierra con sombras de muerte; a pesar de nuestras dudas se acerca y nos envía al mundo entero para ser testigos de la Buena Nueva (cf Mt 28,16-20). La Semana Santa nos quiere fortalecer como comunidades evangelizadas e Iglesia en salida.


Evangelina, portadora de buenas nuevas, tenía que ser el nombre de la mujer que con coraje extraordinario se levanta en medio del lodo y de los escombros y nos convoca a renacer un Viernes Santo.


Reflexión del P. Matías Siebenaller (2017)

miércoles, 8 de abril de 2020

“Descendió a los infiernos”

El Símbolo de los Apóstoles confiesa en un mismo artículo de fe el descenso de Cristo a los infiernos y su resurrección de los muertos. En su Pascua, desde el fondo de la muerte, Cristo hace brotar la vida. Nos anuncia esta Buena Nueva que a todos los seres humanos de todos los tiempos y todos los lugares es ofrecido el don de la salvación.

Con frecuencia llamamos infiernos experiencias humanas donde se densifican la desolación, el dolor y la desesperación. Pues, también a estos infiernos nuestros desciende Cristo resucitado y allí suscita señales de vida.

"Manos de protesta", pintura de Oswaldo Guayasamín.

Infiernos: ahora lugares de adoración en espíritu y verdad

Cada año, en fechas significativas, en Auschwitz, en Hiroshima, en Chernobil, el 11 de setiembre en Nueva York y muchos otros lugares donde lo trágico de la existencia humana tocó fondo, se congregan sobrevivientes y peregrinos para recordar y anunciar que ni el dolor más grande ni lo inhumano más cruel pueden destrozar la conciencia de la dignidad humana y apagar toda fe en la resurrección.

Victor Frankl, el fundador de la logoterapia y por su fe sobreviviente de Auschwitz, apunta: “Después de todo, el hombre es ese ser que ha inventado las cámaras de gas de Auschwitz, pero también es el ser que ha entrado en estas cámaras con la cabeza erguida y el Padrenuestro o el Shema Ysrael en sus labios”.
“El pueblo que caminaba en la noche vio una luz grande; habitaban el oscuro país de la muerte, pero fueron iluminados…” (Cf. Is 9,1-6).

“Ancash: un infierno”

Durante las últimas semanas muchas voces lo han dicho e insinuado. De hecho, en la región todo parecía entrar en un agudo proceso de devaluación: las numerosas muertes violentas y por manos compradas para el crimen quitaban valor a toda vida y nos envilecían a todos; las instituciones encargadas de seguridad, justicia y derechos humanos parecían desviadas de sus fines; medios de comunicación se prestaban para la mentira, la calumnia y el ayayerismo; en las instituciones educativas el enseñar y aprender perdía sentido y aliciente; hasta las palabras y manifestaciones religiosas parecían apariencias sin autoridad.

Sin embargo, en estos días se percibe un cambio. No solo instancias representativas del país y de la región se han puesto de pie, no solo voces aisladas valientes y decididas resuenan en el ambiente, también en muchísima gente la conciencia ciudadana se ha despertado y en lugar de dejar la cancha a la irresponsabilidad, al aprovechamiento y el crimen, reclaman participación en iniciativas para el bien común.

También a esa realidad cruda y mortífera nuestra ha descendido el resucitado. Él interpela las conciencias, inspira caminos de salida del infierno y une para servir el bien de todos.

Prestemos el oído a las palabras del Papa Francisco: “También aparecen constantemente nuevas dificultades, la experiencia del fracaso, las pequeñeces humanas que tanto duelen. Todos sabemos por experiencia que a veces una tarea no brinda las satisfacciones que desearíamos, los frutos son reducidos y los cambios son lentos, y uno tiene la tentación de cansarse. Sin embargo, no es lo mismo cuando uno, por cansancio, baja momentáneamente los brazos que cuando los baja definitivamente dominado por un descontento crónico, por una acedia que le seca el alma. Puede suceder que el corazón se canse de luchar porque en definitiva se busca a sí mismo en un carrerismo sediento de reconocimientos, aplausos, premios, puestos; entonces, uno no baja los brazos, pero ya no tiene garra, le falta resurrección. Así, el Evangelio, que es el mensaje más hermoso que tiene el mundo, queda sepultado debajo de muchas excusas”. (EG 277).

“Mi casa: un infierno”

En cierta medida yo soy mi casa, mi familia, mi vecindad, mi centro de trabajo, mi parroquia, mis allegados… Contribuyo, tengo que reconocerlo, a que estos lugares y espacios tengan olor y sabor a infierno. Tengo que hacer mío el grito de San Pablo: “Realmente mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco” (Rom 7,15).
Mi manera de relacionarme con lo que existe, con los demás y conmigo mismo clama por una luz que no puedo dar a mí mismo, por una fuerza que me supera, por un don que tengo que acoger y agradecer. 

Al pedir al Resucitado a descender al infierno del cual cada uno de nosotros es autor y promotor, le pedimos de “derramar por el Espíritu Santo el amor de Dios en nuestros corazones” (Rom 5,5), para que acogiendo el don de Dios nos convirtamos en don para los demás.

Acudo nuevamente al Papa Francisco para decir bien lo que quiero decir: “Cuando vivimos la mística de acercarnos a los demás y de buscar su bien, ampliamos nuestro interior para recibir los más hermosos regalos del Señor. Cada vez que nos encontramos con un ser humano en el amor, quedamos capacitados para descubrir algo nuevo de Dios. Cada vez que se nos abren los ojos para reconocer al otro, se nos ilumina más la fe para reconocer a Dios”. (EG 272)


Reflexión del P. Matías Siebenaller (del 2014)

martes, 7 de abril de 2020

Corte Interamericana de Derechos Humanos resuelve a favor de Azul Rojas

Captura de imagen de un reportaje dominical sobre el caso de Azul Rojas. En la imagen: Azul y los tres oficiales que identificó como responsables de abuso de autoridad y violación sexual en su contra.

Azul Rojas Marín, una mujer trans, fue torturada y violada por tres oficiales de la comisaría de Casa Grande (La Libertad). Desde hace diez años acudió a las instancias nacionales, pero no obtuvo justicia.

Ayer, 6 de abril, la Corte Interamericana de Derechos Humanos publicó la sentencia a favor de Azul y declara responsable al Estado Peruano por la violación de los derechos a la integridad personal, a la vida privada y a no ser sometida a tortura.

A continuación el resumen de la sentencia. (El texto completo se puede leer aquí: