Compartimos uno de los mensajes del Fray Héctor Herra O.P. publicado en "Al encuentro de la vida" (microprograma vía Radio Santo Domingo)
DOMINGO 14 T.O. CICLO A. D.06.07.2014. MT. 11,25-30
La Iglesia, este pueblo de Dios está en una búsqueda constante de una vuelta a los orígenes del evangelio de la alegría. Así nos lo da a entender claramente el obispo de Roma, Francisco: “cuánto querría una Iglesia pobre y para los pobres…”. Sus gestos nos permiten ver como los preferidos de Jesús, vuelven a ser el centro de la misión de la Iglesia, como la alegría que experimenta Jesús, como nos recuerda el evangelio de hoy de Mt. 11,25-30, Jesús pronuncia con alegría esta hermosa oración: “Te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultando estas cosas a los sabios y entendidos, se las diste a conocer a la gente sencilla. Sí, Padre, ésa ha sido tu elección”(vv. 25-26).
Jesús nos enseña que sólo el Hijo es capaz de mostrarnos el verdadero rostro de un Dios amoroso y misericordioso que se manifiesta a los sencillos y se cierra a los sabios y orgullosos. Aún más los que se sienten cansados y agobiados encontrarán en Él alivio (v.28).
¿Quiénes son los pequeños? Son los excluidos de nuestra sociedad: niñas, os de la calle, gente maltratada, sin trabajo, los que sufren la contaminación de los ríos, los que viven en situaciones de extrema pobreza víctimas de la violencia, los migrantes, los enfermos, los indígenas, a quienes se les imponen cargas pesadas, a los que se abusa quitándoles su hábitat. A ellos se dirigió Jesús y urge a su Iglesia, a hacer de ellos sus preferidos: a saber escucharlos, acompañarlos y trabajar por su dignidad como personas. Jesús se dirige a los poderosos de su tiempo, quienes creían tener en sus manos el poder de Dios y habían hecho de la Ley una carga insoportable con sus 643 preceptos y con un rigor de interpretación sobre purificaciones, ofrendas, sacrificios y descanso del sábado, que se convertía en un yugo deshumanizador. Por eso Jesús nos dice: Vengan a mí.” Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy tolerante y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su vida. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (vv.29-30). El yugo de Jesús es el amor, la libertad y la ternura. Frente a las pesadas leyes que los fariseos imponían obligaciones que ni ellos eran capaces de cumplir” (Mt, 23,2-4), Jesús nos propone el amor que defiende la vida.
Sólo el amor libera, dignifica y nos hace crecer y madurar en la vida, porque no es la ley del dominio y de la opresión sobre el otro, sino es reconocer que el amor de Dios nos mueve a amarnos y amar al otro. Cuando uno comprende que su misión como creyente, en medio de los pobres, se basa en el amor a Dios, nos permite descubrir la cercanía y solidaridad con los más indefensos. Porque el Dios en quien creemos se nos ha dado a conocer en la humildad de Jesús como señala Zacarias 9,9-10. Si el mundo de hoy comprendiera que la carrera armamentista se gasta tanto dinero que sólo lleva a la destrucción y a la guerra, se invirtiera en agricultura, alimentación, educación, salud, trabajo, tendríamos un mundo con rostro más humano y solidario.
Vivamos según el Espíritu de Jesús. Porque Cristo nos ha dado una nueva vida, porque el Espíritu de Dios habita en ustedes”(Rom 8,9). El amor de Dios será la luz y la fuerza para creer que Dios tiene un proyecto de amor con nosotros, en medio de los sencillos.(Fr. Héctor Herrera, O.P.)
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