Por: Fr. Héctor Herrera, o.p.
“La persona humana es el fundamento y el fin de la convivencia política” (CSI No. 384). El Perú vive una crisis ética moral en los poderes del Estado, que es urgente evaluarla a la luz del Evangelio.
La comunidad política la conforma todo el pueblo peruano. Los representantes del mismo, deben velar no por mezquinos intereses, sino pensando el bien común del país. Ser una mayoría, no da ningún motivo para desestabilizar el país, o interferir en las investigaciones, blindando a sus propios miembros. Lo que se trata es defender los intereses de los pobres de las distintas regiones del país, que no están actuando como actores de un desarrollo integral. “El pueblo no es una multitud amorfa, una masa inerte para manipular e instrumentalizar, sino un conjunto de personas, cada una de las cuales –“en su propio puesto y según su manera propia” tiene la posibilidad de formar su opinión acerca de la cosa pública y la libertad de expresar su sensibilidad política y hacerla valer de manera conveniente al bien común” (CDI No. 385)
“un gran factor negativo en buena parte de la región, el recrudecimiento de la corrupción en la sociedad y en el Estado, que involucra a los poderes legislativos y ejecutivos en todos los niveles, y alcanza al sistema judicial…lo que pone en riesgo las instituciones públicas y aumenta la desconfianza del pueblo”, expresaban los obispos latinoamericanos (D.A. 77)
Cuando se escucha a los congresistas “su indignación ante lo que está sucediendo en el país”, los peruanos de a pie, nos preguntamos si nosotros también estaríamos indignados ante la actitud del congreso. Desde las comisiones lava jato, las comisiones de ética, etc. ¿Les interesa realmente la vida educativa, económica, social, política, judicial? ¿O se escudan tras el poder, para no mirar la vida de los pueblos originarios, donde mafias talan los bosques, la trata de personas, la desnutrición, la inseguridad ciudadana, la falta de trabajo, techo, educación, la protección de los alimentos en la vida del pueblo?
La situación exige seriedad y responsabilidad de todos. Actuar con serenidad, libertad, responsabilidad, tolerancia y transparencia e ir creando una cultura ética, donde cada uno que ocupa un cargo público, piense en el bien común del país, para lo cual un sector de la población los eligió. Trabajar con más honestidad entre todos los poderes, respetando cada poder, de modo que se actúe con transparencia, dando cuenta al pueblo peruano de sus actos.
El país no puede seguir siendo ignorado de sus problemas cruciales, sino pensar que cualquiera que dirige las comisiones, más allá de su búsqueda personal, cree un clima de unidad, de justicia y de una verdadera paz, que cree la estabilidad para que se siga invirtiendo, pero pensando en un desarrollo con ética y responsabilidad social que tenga en cuenta la educación, creando los valores cívicos, ciudadanos, morales. No podemos seguir siendo el hazme reír de las noticias que salen fuera, por falta de responsabilidad de la clase política, recordando que la política tiene que ser un servicio de caridad y de solidaridad, como muchas veces lo ha expresado el Papa Francisco.